El segundo mandato de Donald Trump, como era de esperarse, ha sido tremendamente disruptivo, especialmente por las decisiones que está tomando en materia ambiental. Desde su primer día como jefe de estado, ha firmado duras órdenes ejecutivas que marcan un regreso a políticas que priorizan los combustibles fósiles, relajan regulaciones ambientales y cancelan compromisos climáticos internacionales. Estas medidas auguran consecuencias significativas, no solo para Estados Unidos, sino para el mundo entero.
Un paso atrás en la lucha contra el cambio climático
El retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, planteado como una prioridad desde su campaña electoral, representa un golpe contundente a los esfuerzos globales para contener el cambio climático. Al abandonar este tratado, el país renuncia a sus compromisos de reducción de emisiones, lo que no solo dificultará alcanzar los objetivos globales, sino que también dejará un vacío difícil de llenar en el liderazgo climático internacional.
Además, la declaración de emergencia energética nacional plantea un nuevo impulso a la explotación de petróleo, gas y carbón, buscando estimular de nuevo una economía industrial basada en combustibles fósiles. Esto seguramente podría ofrecer beneficios económicos a corto plazo, pero inevitablemente incrementará las emisiones de gases de efecto invernadero, agravando aún más los impactos climáticos como huracanes, sequías y olas de calor, que ya cuestan miles de millones de dólares al año, y sin mencionar sus daños sociales y humanos.
La energía renovable, en pausa
La decisión de suspender los proyectos de energía eólica marina es otra señal preocupante. Aunque justificada mediante el argumento de revisar procesos regulatorios, esta medida podría frenar una industria clave para la transición energética en el país. Mientras Europa y China avanzan con relativa rapidez en el desarrollo e implementación de tecnologías limpias, Estados Unidos corre el riesgo de quedarse rezagado en un mercado con enorme potencial económico.
El resurgimiento del carbón: una apuesta cuestionable
Trump también busca potenciar el uso de carbón, argumentando que puede satisfacer la creciente demanda de electricidad, particularmente en sectores como la inteligencia artificial. Sin embargo, muchos expertos advierten que esta industria enfrenta una fuerte competencia de fuentes más económicas y limpias, como el gas natural y la energía solar. Promover el uso del carbón como fuente energética no solo aumenta la contaminación, sino que también pone en riesgo la competitividad del país frente a economías que apuestan cada vez con más determinación por energías renovables, que a la larga, son también más baratas.
Un panorama de largo plazo preocupante
Estas decisiones, sumadas a la eliminación de regulaciones ambientales previas, apuntan a un modelo de desarrollo extractivo arcaico basado en la explotación de recursos fósiles. A corto plazo, esto puede generar empleos y reducir costos para las industrias (centro de la retórica de Trump), pero a mediano y largo plazo, las consecuencias podrían ser devastadoras: deterioro acelerado de ecosistemas, aumento de enfermedades por contaminación y mayores costos económicos y sociales asociados a desastres climáticos.
En el ámbito internacional, estas políticas envían un mensaje desalentador a los países que llevan años buscando adoptar medidas climáticas más ambiciosas. Sin el liderazgo de Estados Unidos en materia ambiental, la cooperación global para enfrentar el cambio climático será más difícil, y los objetivos para limitar el aumento de la temperatura global se ven cada vez más lejanos, a pesar de los grandes esfuerzos técnicos y económicos que se hacen en pos de esta transición, principalmente en Europa y Asia.
Un futuro en juego
Aunque estas decisiones responden bien a intereses económicos y políticos inmediatos, su impacto en nuestra forma de vida podría ser irreversible. Si bien Trump busca revitalizar la economía a través de políticas que favorecen a industrias tradicionales que generaron gran riqueza en el pasado, estas acciones pueden comprometer aún más la sostenibilidad ambiental y económica de las futuras generaciones, y los efectos devastadores de ignorar los impactos de nuestras actividades en el medio ambiente son innegables, y si ya los padecemos gravemente en la actualidad, no podemos aspirar a que el futuro sea mejor.
El desafío no es solo para Estados Unidos, sino para el mundo, y los esfuerzos del resto de naciones deberán ser aún mayores. Enfrentar el cambio climático requiere liderazgo, cooperación y una visión a largo plazo respaldada por medidas firmes y congruentes, basadas mucho más en el conocimiento científico, algo que por desgracia, actualmente parece estar en segundo plano.
Mientras tanto, nuestra subsistencia en el planeta está en riesgo, pues contrario a lo que muchos afirman, no estamos acabando con el planeta; estamos orillando al planeta a acabar con nosotros.
Escrito por Mario Iván Esquivel Castillo. Consultor Político. Lic. en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Iberoamericana. Mtro. en Gestión Pública Aplicada por el ITESM.