Tener un hijo puede ser la decisión más importante que tome una persona en su vida. Aproximadamente el 12% de las mujeres en los Estados Unidos enfrentan la infertilidad y luchan para quedar embarazadas o llevar un bebé a término. Imagina una empresa capaz de cultivar bebés humanos. Una suerte de granja mecánica con cientos de recipientes y dentro de cada uno flota el bebé de alguien. Su nombre es EctoLife y durante la última semana ha logrado viralizar un vídeo donde muestra sus instalaciones.
En él habla de sus 30.000 úteros artificiales y promete una solución para las parejas que no pueden concebir un bebé. Pero EctoLife no se queda aquí. A medida que avanza el vídeo, la empresa expone cuán comprometida está con el medio ambiente y asegura usar energía que proviene enteramente de fuentes renovables, como el sol y el viento. De hecho, recicla sus residuos convirtiéndolos, de nuevo, en nutrientes para alimentar a los fetos. Hasta aquí EctoLife podría parecer todo un descubrimiento en la historia de la humanidad, solo hay un problema: nada de esto es real.
El vídeo es una animación 3D, pero eso no ese dato no debería sorprendernos demasiado, ya que su calidad técnica es más propia de la década pasada que de la presente. No sería la primera vez que un proyecto en desarrollo decide mostrarse al público aprovechando la animación 3D. La diferencia es que EctoLife ni siquiera es un proyecto en desarrollo. Es tan solo un concepto, con el mismo rigor y desarrollo que puede tener una película de ciencia ficción cualquiera. El responsable del vídeo es el comunicador científico yemení Hashem Al-Ghaili, cuya formación en biotecnología no le ha privado de soñar una empresa que, ahora mismo, es científica y técnicamente imposible. Podríamos pensar que no es más que un juego de ficción científica, pero las declaraciones de Ghaili lo aclaran sin ninguna duda, para él ya contamos con la tecnología necesaria y, de hecho, los ingenieros ya lo han logrado, pero las limitaciones éticas frenan su desarrollo. ¿Es cierta esta afirmación tan atrevida?
La invención de Ghaili
La comunidad de expertos en medicina reproductiva lo tiene meridianamente claro: no contamos con la tecnología ni el conocimiento científico necesario para desarrollar úteros artificiales que permitan incubar embriones humanos desde la concepción hasta el nacimiento. No hay mucha vuelta de hoja, es Ghaili contra la comunidad entera de expertos. Aunque, si no nos fiamos del consenso científico, podemos ver si, por algún casual, existen estudios concretos que hayan logrado algo parecido a lo que promete Ghaili. La respuesta vuelve a ser negativa. En 2017, por ejemplo, saltó a los medios un estudio publicado en Nature. En él, unos investigadores habían logrado diseñar un útero artificial llamado “biobag” en el que eran capaces de mantener con vida a un embrión. Eso sí, el embrión era de oveja y solo pasaba en la biobag sus últimas 4 semanas de gestación. Hay un salto enorme si prendemos hacer eso mismo con un embrión humano y durante las 40 semanas de embarazo.
Desde entonces se han publicado otros estudios interesantes sobre úteros artificiales, aunque ninguno tan espectacular. Por lo tanto, hablamos de una tecnología que no existe ni siquiera en animales, su adaptación a humanos y, sobre todo, su aprobación comercial, pueden demorarse décadas (en el mejor de los casos). Algunas personas han defendido la rigurosidad del vídeo argumentando que somos capaces de mantener con vida a un bebé prematuro de 21 semanas y completar su gestación en una incubadora. Pero aunque pueda parecerlo, esto no tiene mucho que ver con el reto que supone diseñar un útero artificial. No se trata de duplicar el tiempo que podemos mantener un feto en una incubadora. Hay complicaciones propias de los primeros momentos del desarrollo embrionario que no se presentan durante esas últimas semanas y necesitamos una tecnología completamente diferente a la actual para hacer frente a esas particularidades.