El misterioso visitante interestelar 3I/ATLAS, apenas el tercer objeto proveniente de fuera de nuestro sistema solar que la ciencia ha logrado detectar, está desconcertando a los astrónomos. Un nuevo estudio preliminar sugiere que este cometa no solo es inesperadamente activo, sino que podría albergar criovolcanes —volcanes de hielo— en plena erupción.
El hallazgo, difundido en el servidor arXiv, podría ofrecer claves inéditas sobre los mundos helados que se forman en regiones remotas de la galaxia. El objeto alcanzará su máxima aproximación a la Tierra el 19 de diciembre, antes de continuar su trayecto hacia los límites del sistema solar.
Actividad “volcánica” inesperada
El equipo del Instituto de Ciencias Espaciales (CSIC/IEEC) empleó el telescopio Joan Oró del Observatorio del Montsec para obtener las imágenes de mayor resolución de los chorros de gas y partículas expulsados por el cometa. Durante su paso por el perihelio, el 29 de octubre, 3I/ATLAS mostró un comportamiento inusual: un aumento progresivo y sostenido de luminosidad y sublimación, similar a lo que se observa en cuerpos con criovolcanismo activo.
“Todos nos quedamos sorprendidos”, afirmó a Live Science el investigador Josep Trigo-Rodríguez, autor principal del estudio. “Al tratarse de un cometa formado en un sistema planetario remoto, es sorprendente que la mezcla de materiales de su superficie se parezca a la de los objetos transneptunianos”.
Las observaciones revelaron también la presencia de una cola amplia y una “anticola” orientada hacia el Sol, rasgo reportado previamente por diversos observatorios y que refuerza la idea de una actividad sostenida bajo la superficie.
Un cometa metálico que reacciona al calor del Sol
El análisis espectroscópico del 3I/ATLAS arrojó otra sorpresa: su composición coincide notablemente con meteoritos prístinos recuperados por la NASA en la Antártida desde 1976. Se trata de condritas carbonáceas ricas en hierro, níquel y sulfuros, materiales que en la Tierra primitiva contribuyeron a aportar compuestos volátiles esenciales.
Esta composición metálica podría explicar la intensa actividad del cometa. Según el estudio, el calentamiento solar provoca que el dióxido de carbono sólido sublimado permita la filtración de líquidos oxidantes hacia el interior, donde reaccionan con granos metálicos. Esta reacción liberaría energía y gases adicionales, alimentando los posibles criovolcanes.
El fenómeno recuerda a los chorros helados de Tritón, la luna de Neptuno, que expulsan material a kilómetros de altura.
Una cápsula química de otro sistema estelar
Aunque este cometa no tiene relación directa con el origen de la vida, los investigadores destacan que su composición refuerza la idea de que los materiales fundamentales para la química prebiótica pueden formarse en múltiples entornos planetarios, incluso muy lejos del sistema solar.
“Los visitantes interestelares como el 3I/ATLAS siguen desafiando nuestra comprensión de la formación de sistemas planetarios”, concluye el estudio. Trigo-Rodríguez lo describe como una “cápsula espacial” que conserva información sobre la química de mundos lejanos.
Trayectoria y destino final
Hay aún incertidumbre sobre el tamaño exacto del núcleo del cometa. Estimaciones del telescopio espacial Hubble sugieren un rango entre 440 metros y 5,6 kilómetros, aunque el equipo del CSIC/IEEC considera más probable un diámetro cercano a 1 kilómetro y una masa superior a 600 millones de toneladas.
Su velocidad, de unos 221.000 km/h, y su trayectoria hiperbólica confirman su origen interestelar. Tras su visita, el objeto pasará cerca de Júpiter en marzo de 2026 y luego abandonará el sistema solar definitivamente.
El estudio refuerza la importancia de misiones como Comet Interceptor de la Agencia Espacial Europea, que busca capturar y analizar en vivo futuros visitantes interestelares.
Con información de arXiv, Live Science, Phys.org, IFL Science.












