Cuando era niña, Dafne Almazán hallaba refugio en los X‑Men, una saga de mutantes con poderes ocultos. La serie “me enseñó que nacer diferente no es un defecto. Estos personajes usaban sus dones para mejorar el mundo, y decidí hacer lo mismo”, cuenta.
Con un coeficiente intelectual de 156, la psicóloga mexicana está entre el 2% más brillante del planeta. A sus 23 años, reside en Houston, Texas, donde obtuvo un doctorado en Educación por la Universidad Liberty.
Desde sus redes sociales lidera una campaña de género: enseña a identificar a niñas superdotadas y a visibilizar sus necesidades educativas.
“Muchas quedan sin detectar. Debemos ayudar a que se hagan escuchar, no perder a futuras científicas, médicas o líderes que podrían cambiar el mundo”, afirma.
Impacto cultural sobre las niñas
El desequilibrio en los diagnósticos es evidente: según investigadores como Almazán, la gran mayoría de los niños identificados como superdotados son varones.
El origen no es solo genético —los estudios indican que mientras en los niños basta con que uno de los padres sea brillante, en las niñas usualmente deben serlo ambos—, sino también cultural: sobre ellas pesan estereotipos y expectativas.
“A las niñas se les exige obediencia y quietud en clase. Se adaptan, muchas veces volviéndose pasivas, e incluso desarrollan ansiedad o depresión”, advierte Almazán.
Entre las normas que desfavorecen a las niñas superdotadas está la expectativa de que sean cooperativas y empáticas. Mientras tanto, a los niños se les impulsa hacia la independencia y la resolución de problemas, según diversos investigadores.
Ya en 1997, la psicóloga estadounidense Barbara Kerr señalaba en Smart Girls que ellas tienden a ser etiquetadas como “sensibles”, mientras que los niños son vistos como “inteligentes”.
Un estudio publicado en Science (2017) reveló que, desde los 6 años, las niñas son menos propensas que los niños a asociarse con la “brillantez” y tienden a evitar actividades descritas como para “niños muy, muy inteligentes”. ¿La consecuencia? Muchas ocultan sus habilidades para encajar. Algunas incluso cometen errores intencionadamente.
“Los niños poco estimulados, en cambio, expresan sus frustraciones y llaman la atención; sus padres buscan ayuda y terminan descubriendo su superdotación”, explica Almazán.
De la psicología a la música
Desde temprano, derribar los prejuicios se convirtió en la misión de Almazán. Por eso eligió la psicología: para apoyar a jóvenes superdotados, muchos de los cuales crecieron sintiéndose incomprendidos. Y no solo se trataba de niñas.
La superdotación —definida como un CI > 130 y alta capacidad para resolver y adaptarse— no garantiza éxito escolar; muchas veces conlleva fracaso y frustración.
Los niños y niñas brillantes suelen sentirse solos: sus intereses no coinciden con los de sus pares, y los maestros no siempre pueden responder a sus preguntas.
La idea romántica del “genio sufrido” no convence a Almazán: esos casos —como el de Einstein— surgieron porque, desde niños, nunca encontraron un lugar donde pudieran encajar.
“Creo que sentían que no pertenecían, que la sociedad no tenía un espacio para personas con su nivel de inteligencia, donde pudieran ser ellos mismos y ser felices”, afirma.
Como ellos, muchos talentos brillantes siguen sin encontrar su lugar en el sistema educativo.
En América Latina, casi no existen políticas ni estructuras sólidas para atender a estos estudiantes: el apoyo suele venir de universidades, ONG o iniciativas privadas, como el “Programa de Talentos” en Chile.
Fuga de genios en América Latina
A los dos años, Dafne Almazán ingresó a la primera generación del CEDAT, la mayor escuela de América Latina para niños superdotados, fundada en Ciudad de México por sus padres y su hermano mayor, también sobredotado.
“Mis papás nos trataron igual a mis hermanos y a mí. Eso me dio desde pequeña la seguridad de que sí se puede romper esas barreras.”
Almazán comenzó el bachillerato a los ocho años y, a los trece, se convirtió en la psicóloga más joven del mundo. Ese mismo año, la revista Forbes la incluyó en su lista de las mujeres más influyentes de México. A los 18 años, se convirtió en la mexicana más joven en egresar de un posgrado en la Universidad de Harvard.
Hoy, desde Houston, ha contribuido a lanzar una sucursal de CEDAT con talleres intensivos que incluyen visitas a la NASA y clases con astronautas. Su meta: abrir una escuela bilingüe permanente para superdotados y demostrar el enorme potencial que existe en América Latina.
Según estimaciones del propio CEDAT, de cerca de un millón de niños superdotados en México, la mitad emigró entre 2000 y 2015 en busca de mejores oportunidades educativas y laborales.
Y sí, Almazán forma parte de esa estadística, pero sueña con regresar algún día, al igual que espera que lo hagan otros talentos. ¿Cómo lograrlo? Convertir a sus países de origen en lugares que valoren y reconozcan sus capacidades.
“Cuando se construyen identidad y comunidad, los niños sienten orgullo de decir: ‘Esto lo hice en mi país’. Y eso les da ganas de volver.”
Las oportunidades, dice, tampoco deben limitarse a la ciencia. El año pasado, Dafne Almazán lanzó un álbum musical y muchos se sorprendieron al verla combinar la psicología con… Spotify.
“En México hay un estereotipo de que las mujeres deben enfocarse en un solo campo. Yo me inspiro en genios como Leonardo da Vinci, que brilló en varias disciplinas. Si él pudo, ¿por qué yo no?”
Con información de DW