El famoso pelotero Willie Mays, el electrizante jugador cuya combinación singular de talento, actitud y expresividad lo convirtió en uno de los deportistas más queridos y destacados en la historia de Estados Unidos, murió. Emblema de los Gigantes de Nueva York y después de San Francisco, pero también un ícono de la igualdad, pues inició en 1948 su carrera en las Ligas Negras, aquel circuito donde se marginó a los jugadores afroestadunidenses, dentro de las filas de los Black Barons. Tenía 93 años.
La familia de Mays y los Gigantes de San Francisco anunciaron conjuntamente el martes que el ex jugador había fallecido en paz este martes 18 de junio de 2024 por la tarde, rodeado por sus seres queridos.
Mi padre ha fallecido en paz y rodeado por sus seres queridos, anunció su hijo Michael Mays, en un comunicado que emitió el club. Quiero agradecer a todos ustedes, desde el fondo de mi corazón roto, por el amor incondicional que le han mostrado durante años. Ustedes han sido la inspiración de su vida.
Cualidades excepcionales
Era tan completo que parecía el resumen depurado de todo lo que significa el beisbol: bateaba, fildeaba, corría veloz y lanzaba con un brazo prodigioso. Un jugador de los que cada vez se ven menos en el campo. Una broma clásica de su época decía que si Mays además sabía cocinar no había nadie más perfecto sobre la tierra.
El jardinero central era el miembro más longevo del Salón de la Fama que seguía con vida. Su forma de atrapar la pelota con el guante y sus recorridos por las bases mientras su gorra salía volando simbolizaron su alegría por jugar.
Su atrapada por encima del hombro para hacerse de un largo batazo en la Serie Mundial de 1954 es una de las hazañas defensivas más celebradas en el beisbol.
Mays murió dos días antes de un juego entre los Gigantes y los Cardenales de San Luis, en el que se honraría a las Ligas Negras en el Rickwood Field de Birmingham, Alabama.