Científicos han aplicado el último recurso que quedaba para frenar la creciente caza furtiva de rinocerontes en Sudáfrica: descornarlos. La medida redujo notablemente el furtivismo, asegura un estudio publicado por la revista Science Advances.
La caza furtiva de rinocerontes, practicada para vender los cuernos en mercados ilegales, no solo es una de las principales amenazas para las cinco especies que existen, sino que también afecta al turismo del país, perjudica a los ecosistemas locales, financia grupos criminales y promueve la violencia.
No sirvió mucho hacer cumplir la ley
Los científicos aplicaron dos estrategias para proteger a los rinocerontes que habitan en 11 reservas de la región sudafricana del Gran Kruger, donde se registró la caza ilegal de 1985 rinocerontes en los siete años que abarca el estudio.
La primera iniciativa, que tuvo un costo de 74 millones de dólares, buscaba hacer cumplir una Ley contra la caza furtiva, que contemplaba la ayuda de perros rastreadores, cámaras de vigilancia o guardabosques. A pesar de los 700 cazadores furtivos arrestados, no se frenó el furtivismo.
“Que haya más posibilidad de ser capturado o que la severidad del castigo sea mayor, puede disuadir a los cazadores furtivos, pero estas medidas son en gran medida reactivas y se aplican cuando ya se ha producido el delito”, señala el autor principal, Timothy Kuiper, investigador de la Universidad Nelson Mandela.
“La ineficacia de los sistemas de justicia penal en estos países hace que los delincuentes detenidos escapen a menudo al castigo, y en nuestra zona de estudio hay pruebas de reincidencia múltiple”, añade el investigador.
La solución: descornar a los animales
Como segunda propuesta, y para hacer a los animales menos atractivos para los cazadores, los científicos llegaron a la conclusión de que la solución para contrarrestar la caza furtiva era descornar los rinocerontes. Y tenían razón: la iniciativa redujo un 78 % el furtivismo entre 2017 y 2023.
El descuerne, que se practicó a 2.284 rinocerontes en ocho de las reservas sudafricanas, no solo redujo considerablemente el furtivismo, sino que también supuso solamente un gasto de del 1,2 % de los fondos del proyecto en ese periodo.
Una estrategia que podría ser más eficaz
El estudio también tomó en consideración la comparación entre lugares donde se llevó a cabo el descuerno de rinocerontes y en los que no, así como en los cambios de la caza furtiva antes y después de esta acción.
“Aunque perseguir y detener a los furtivos es esencial, las estrategias que se centran en reducir las oportunidades y recompensas de la caza furtiva pueden ser más eficaces”, subraya Kuiper en un comunicado.
Múltiples motivos de la caza furtiva
Los autores plantean que detrás del furtivismo de animales locales existe una mezcla de factores: “La desigualdad socioeconómica existente incentiva a un gran número de personas vulnerables a unirse a los grupos criminales, o a cazar furtivamente para ellos, incluso cuando los riesgos son elevados. La corrupción y la ineficacia de los sistemas judiciales contribuyen a ello también”.
Asimismo, los investigadores enfatizan que los resultados brindan a los gobiernos, las entidades de financiación, el sector privado y las ONG la oportunidad de reevaluar sus planteamientos estratégicos frente a los delitos contra la vida silvestre, y contra la caza furtiva de rinocerontes en particular.

Un ejemplo de colaboración entre ciencia y política
Los científicos reconocen, no obstante, que “el descornado también puede desplazar el objetivo de los cazadores furtivos hacia poblaciones con cuernos en otros lugares”, señala Kuiper en un comunicado de la Universidad de Nelson Mandela.
Este proyecto fue concebido por los gestores de reservas de rinocerontes en Sudáfrica, que reconocieron la necesidad de evaluar críticamente sus inversiones en intervenciones contra la caza furtiva (desde perros rastreadores hasta cámaras de vigilancia). Los autores que han participado resaltan que es “un brillante ejemplo de colaboración entre ciencia y política”.
“Esta colaboración es un ejemplo brillante de cómo se puede evaluar cuantitativamente la eficacia de las intervenciones de conservación, incluso en situaciones difíciles y complejas, y de la importancia de la participación de profesionales sobre el terreno a la hora de iniciar e interpretar dichas investigaciones”, afirma en el reporte la profesora E.J. Milner-Gulland, de la Universidad de Oxford.
Con información de Universidad de Nelson Mandela, Science Advances