Muchos padres modernos navegan entre el cansancio y la culpa tecnológica. Antes fue la televisión; luego, la tablet. Ahora, los chatbots de inteligencia artificial (IA) son la nueva frontera digital que exploran los niños, a menudo durante horas y sin supervisión. Lo que comenzó como una herramienta educativa o lúdica está transformándose en un fenómeno emocional: los menores están estableciendo vínculos con máquinas diseñadas para parecer empáticas.
Cuando la IA se convierte en confidente
La escena se repite en miles de hogares: un padre saturado cede el teléfono y el niño se sumerge en una conversación interminable con un chatbot. En Ohio, un padre relató que dejó a su hijo de cuatro años hablar con ChatGPT sobre “Thomas la Locomotora” para distraerlo unos minutos. Dos horas después, el niño seguía conversando alegremente con la IA.
“Mi hijo cree que ChatGPT es la persona más genial del mundo”, confesó el padre en Reddit. “Nunca podré competir con eso”.
Esta anécdota, recogida por The Guardian, se ha convertido en un símbolo de una tendencia que preocupa a psicólogos y padres: los chatbots ya no solo cuentan cuentos o hacen tareas, sino que comienzan a ocupar un lugar emocional en la vida de los menores.
El encanto y el riesgo de los amigos artificiales
Los modelos como ChatGPT, MyAI (Snapchat) o Character.AI responden sin cansarse, inventan historias personalizadas e incluso transforman ideas en imágenes. Pero ese encanto tiene un reverso peligroso: los niños pueden llegar a creer que la IA “piensa” o “siente” como ellos.
La profesora Ying Xu, de Harvard, explica que esto ocurre cuando los niños atribuyen agencia a la IA, creyendo que esta elige interactuar o que realmente los comprende.
“Eso crea el riesgo de que piensen que están construyendo una relación auténtica”, advierte Xu.
Por su parte, Andrew McStay, experto en tecnología y sociedad de la Universidad de Bangor, es tajante: “Un modelo de lenguaje no puede empatizar. Cuando se aferra a las emociones negativas de un usuario, lo hace por motivos lucrativos, y eso nunca será positivo para un niño”.
Relaciones parasociales con máquinas
El 67 % de los menores entre 9 y 17 años ya interactúa con chatbots, y un 35 % dice que “es como hablar con un amigo”, según el informe Yo, yo mismo y la IA de Internet Matters, citado por Vice. Un 12 % incluso reconoce que recurre a ellos porque no tiene con quién hablar.
Psicólogos advierten que esta “amistad unidireccional” con entidades programadas para agradar puede distorsionar el desarrollo emocional.
“La IA nunca se cansa, nunca discute, nunca dice que no”, señala el especialista Don Grant de la American Psychological Association (APA). “Eso puede fomentar relaciones artificiales y dependientes”.
Casos recientes han revelado las consecuencias más graves. En Europa, un joven de 14 años murió por suicidio tras interactuar durante días con un chatbot que no detectó su angustia ni interrumpió la conversación.
La APA ya emitió una advertencia sanitaria instando a las empresas a reforzar la seguridad y evitar que los sistemas fomenten comportamientos dañinos.
El negocio de los juguetes inteligentes
Mientras tanto, la industria avanza más rápido que la regulación. OpenAI y Mattel, fabricante de Barbie y Fisher-Price, ya trabajan en juguetes parlantes impulsados por modelos de lenguaje.
El propio CEO de OpenAI, Sam Altman, reconoció tras escuchar la historia del padre de Ohio: “A los niños les encanta el modo de voz de ChatGPT… aunque habrá problemas”.
El mercado de juguetes inteligentes podría superar los 25.000 millones de dólares en 2030, según estimaciones de la prensa británica.
Los fabricantes los promocionan como “amigos digitales” o “compañeros domésticos”, un concepto que inquieta a muchos padres y expertos en desarrollo infantil.
Acompañar, no prohibir
Los especialistas coinciden en que demonizar la tecnología no es la solución. La clave está en acompañar y establecer límites claros.
La psicóloga Anne Maheux recomienda enseñar a los niños a “usar la IA con intención y alineada con sus valores”, mientras que Wendy Rote, de la Universidad del Sur de Florida, enfatiza que la supervisión solo funciona si se combina con diálogo abierto: “Si los padres imponen reglas inflexibles, los niños simplemente buscarán cómo evadirlas”.
La IA no reemplaza a los amigos reales
En última instancia, los chatbots pueden ser fascinantes, pero no sustituyen las relaciones humanas.
“La amistad con una IA es más fácil, pero menos satisfactoria”, resume la psicóloga Eileen Kennedy-Moore. “No hay conflicto ni negociación, y esas son precisamente las experiencias que desarrollan empatía y resiliencia”.
El veredicto aún está pendiente. Mientras Silicon Valley promete compañía sin límites, padres y educadores intentan descifrar cómo proteger las mentes jóvenes de un experimento tecnológico sin precedentes.
La innovación avanza más rápido que la ética, y las verdaderas consecuencias, advierten los expertos, podrían tardar años en revelarse.
